¿Cómo afrontar las crisis en familia?

Las enfermedades o fallecimiento de alguien importante. Ruina económica o pérdida de inmuebles. Abortos, pérdidas de todo tipo, etc. Cuando una “desgracia” sobreviene a una familia es muy importante el cómo se gestiona. De esta gestión, la unidad familiar puede salir fortalecida o, por el contrario, puede disgregarla o incluso romperla. ¿De qué va a depender?

Una cosa es la enfermedad o la pérdida, y otra cosa es cómo yo vivo esa enfermedad o pérdida. Está claro que, si nos dieran a elegir, nadie optaría por sufrir alguno de estos acontecimientos, pero eso no quiere decir que, una vez nos hayamos inmersos en ellos, no podamos hacer algo bueno y constructivo. Hay un refrán que dice: “no hay mal que por bien no venga”; esta sabiduría popular nos enseña que, hasta de la peor situación podemos sacar algo positivo: como por ejemplo descubrir a alguien inesperado que nos apoya, un nuevo trabajo gratificante… sólo tenemos que estar abiertos a recibir lo bueno que proviene de lo doloroso.

Viktor Frankl decía que nos podrán quitar todo en esta vida, excepto la actitud con la que nos enfrentamos a cada circunstancia, por negativa que ésta sea. Eso siempre será nuestro. Podemos tener una actitud negativa y derrotista que nos anclara en el dolor, o una actitud proactiva, generadora de nuevos significados y alternativas. Pero a veces, optar por una u otra actitud no es decisión nuestra, ya que nos podemos ver superados por la emoción de dolor o estar literalmente en estado de shock, secuestrados por el miedo.

No siempre todos los miembros de una familia reaccionan igual ante un acontecimiento de esta magnitud, y aquí es donde reside uno de los mayores retos: lograr que las circunstancias negativas nos unan en lugar de dividirnos. A día de hoy existen plataformas de afectados, asociaciones de todo tipo donde se puede encontrar un sostén legal y psicosocial. Aun así muchas familias no lo resisten. Vamos a ver algunas pautas generales que pueden ayudar a transitar estos momentos difíciles dentro del seno familiar:

  • Intentar respetar la vivencia y ritmo del otro u otra.

  • Respetar y permitirnos nuestra propia expresión emocional.

  • No convertir el problema en un tabú.

  • Aumentar y crear espacios de diálogo respetuoso.

  • Acudir al médico/a de cabecera para que nos oriente.

  • Apoyarnos en familiares y amigos.

  • Crear espacios lúdicos al margen del problema.

  • Fomentar el autocuidado personal.

  • Intentar disfrutar de momentos gratificantes en solitario, en pareja y en familia.

  • Hablar con otras personas que tengan el mismo problema.

  • Dedicar un rato al día a pensar en el problema (por ejemplo: 30 minutos al día), y después relajar la mente o dedicar los pensamientos a otros menesteres.

  • Apuntar en un papel todas las alternativas a mi problema y qué hacer si ocurriera lo peor. Y después guardarlo en un cajón y dejar de alimentar la angustia.

  • Buscar ayuda externa profesional si fuera necesario.

  • Lo más importante es no olvidar que somos una familia, que nos queremos y que saldremos adelante pase lo que pase.

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