Acompañar a un doliente

En un artículo anterior hablábamos sobre cómo elaborar el duelo. Hoy me gustaría profundizar en este tema, hablando de cómo acompañar a un doliente. Es decir, conocer la manera más efectiva y menos invasiva de ayudar a una persona que está pasando por una pérdida.

En numerosas ocasiones nos llenamos de impotencia cuando alguien sufre a nuestro alrededor y no sabemos cómo ayudarle. Parece como si a veces nuestras palabras parecieran empeorar la situación, y vemos como la persona se va aislando.

Aunque cada persona vive el duelo de una manera diferente, y no existe la fórmula mágica, si podemos aprender unas pautas sencillas que van a ayudarnos en estos momentos de dolor y sufrimiento.

Lo que no hay que hacer:

  1. Restarle importancia al fallecimiento o a los sentimientos.

  2. Decirle qué emociones debe de sentir.

  3. Cambiar de tema cuando se está hablando de lo acontecido o del fallecido.

  4. Decirle que se anime.

  5. Decirle qué es lo que tiene que pensar o hacer.

  6. Evitar frases hechas: “el tiempo todo lo cura” “podría haber sido peor”, etc.

  7. Establecer límites ni plazos para la recuperación.

  8. Temer hablar de la persona fallecida.

  9. Temer mostrar los propios sentimientos cuando nos emocionemos.

Lo que sí hay que hacer:

  1. Hacerle saber que es normal lo que siente.

  2. Escuchar sin juzgar.

  3. A veces es mejor una caricia, un abrazo o un silencio de acompañamiento, que cualquier palabra.

  4. Si le sugieres algo, luego preguntar su opinión: “¿A ti que te parece?”.

  5. Invitarle a que exprese lo que siente. Y por muy descabellado que parezca, acogerlo con amor, comprensión y aceptación.

  6. Estar disponible para la persona.

  7. Preguntar en lo que puedes ayudar: recados, con los hijos, con la comida, etc.

Cuando las personas no se sienten atendidas o bien acompañadas tienden al aislamiento, actitud que puede complicar el duelo. Siempre es mejor llorar en compañía que en soledad, pero en nuestra sociedad hemos aprendido a ocultar y bloquear las emociones en lugar de mostrarlas y gestionarlas en comunidad. Por este motivo es importante que el acompañante haga sentir al doliente que todo lo que siente y hace es aceptado y bien recibido.

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